Organizaciones sociales y ATC en Cuenca, por Pedro Peinado

“Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados.” 
Mark Twain.

  Los políticos y los medios de derecha siempre han acusado a las asociaciones y sindicatos de ser correas de transmisión de los partidos políticos afines, a pesar de que la realidad ha dado muestras continúas que ese seguidismo o dependencia no era directa. Desde la ruptura de la UGT con Felipe González, en tiempos de Nicolás Redondo, a la independencia de CCOO del PCE, han sido numerosas y concluyentes las pruebas de lo caduco de esa acusación. Ya en nuestros días, se ha producido la quiebra de confianza de las entidades sociales avanzadas con el gobierno socialista de J.L. R. Zapatero. 
  No obstante, hay puntos de acuerdo, pero ello no es motivo para dar validez a la dependencia orgánica de unos y de otros, pues también los ha hay de desacuerdo y, de unos años a esta parte, los segundos priman sobre los primeros. El 15 M es el resultado objetivo de esta afirmación, un movimiento que desconfía en general de la clase política y cuyas propuestas son las de profundizar en la democracia. 
  La derecha y sus medios de comunicación suelen alterar la realidad con la intención de crear una acorde con su miope e infantil visión de la sociedad que se traduce en estás conmigo o estás contra mí. Y es, en ese campo político, donde la unanimidad es absoluta, frente a una izquierda disgregada: las asociaciones católicas en su postulado antiabortista; en su negativa a la asignatura de educación a la ciudadanía y contra el matrimonio homosexual; la AVT en sus movilizaciones continuadas contra el gobierno, que mira tú por dónde, acabó con el terrorismo, en su rechazo a la responsabilidad del 11M; y la patronal, en su apoyo inasequible a la reforma laboral. La lista podría ir en aumento, pero todos unidos forjaron la victoria del PP y el desgaste del gobierno socialista. 
  Llegando a Cuenca, nos encontramos con un hecho paradójico en el posicionamiento de la CEOE y ASAJA frente a la ATC. Por más que puedan cantarse las excelencias y bondades de poseer esta instalación en nuestra provincia, conocemos diversas circunstancias que por lo menos deberían hacer reflexionar a quienes la apoyan. No hace falta que abundemos en la seguridad, cuestión a la que debemos ser muy vigilantes, se trata de dos motas de polvo que tienen mucha enjundia. La primera, relativa al método de elección donde por el arte del birlibirloque, la cuarta candidatura se lleva al ansiado premio. ¿Qué casualidad? La segunda, los tiras y aflojas entre el gobierno regional y el Ministerio de Industria para el nombramiento de la persona que ha de gestionar el proceso. Estos dos síntomas reflejan a las claras que los que menos pintan aquí son los conquenses, por más lejos que vivan de tal instalación. Lo importante es, el ganarse una secretaria general del mayor partido del país compatibilizándola con la presidencia regional y tener la última decisión sobre cómo van a gastarse los euros. Euros, que seguro que darán que hablar, dada esa atracción fatal de los populares con el dinero, que tan bien representan sus compañeros valencianos. 
  Uno de los requisitos para la instalación de la ATC era la aceptación social que recibía. Así, mientras la mayoría social se ha mostrado contraria al cementerio, desde los ámbitos de influencia del PP, se ha trasladado esa realidad a otro lugar, para ello ha bastado el apoyo de las instituciones públicas donde gobiernan y que sus satélites asintieran. En sus propias filas, se ha cerrado en férrea disciplina y los representantes de la derecha en la zona han tenido que hacer de su capa un sayo, privilegiando los dogmas del partido y despreciando el interés general y el suyo propio al ser, ellos mismos, empresarios o agricultores. 
  Es el caso de ASAJA y de la CEOE, que en vez de defender los intereses de sus afiliados se han prestado a ser meros apéndices partidistas. Siguiendo los dictados de la secretaria de propaganda del Partido Popular, ven la paja en el ojo ajeno y, a imitación de sus verdaderos dirigentes, acusan a la Plataforma Contra el Cementerio Nuclear de dañar la imagen de los productos agroalimentarios de nuestra provincia. Son especialistas en ello, en responsabilizar a los otros de sus propios desaguisados. 
  Ambas organizaciones, meros llaveros en el bolso de Cospedal, han desestimado defender a los agricultores y a los empresarios conquenses y a la provincia, para arrodillarse ante el poder. La defensa de la instalación está repleta de aristas y son previsibles que se produzcan daños en diversas actividades empresariales: turismo, agricultura, industria alimentaria, ganadería, renovables,… son sectores productivos que por lo visto no les preocupan a sus ejecutivos corporativos. Decir la verdad, anunciar que corremos el peligro de que el consumidor final desista de comprar un producto por llevar estampada en su etiqueta la marca Cuenca, es de una obviedad tan absoluta que el que quiera negarla merecería la reprimenda de los socios a los que dicen defender. 
  La Plataforma solo advierte de las consecuencias a las que nos podemos enfrentar los que trabajamos en y para la provincia, ejerciendo la libertad de expresión y cubriendo el camino de la verdad, no el de la apariencia. Los peligros son tan reales como las medidas de seguridad extremas que deben acompañar una instalación de ese tipo, medidas de seguridad que deben extenderse a los pueblos fronterizos y a la red vial que ha de acoger cientos de transportes hasta colmar el almacén con 7.000 toneladas de material nuclear procedente de toda la península y de Francia. Quizás el quid de la cuestión esté en el asfalto. 
  Reemprender a la Plataforma es, como decir que los consumidores van a rechazar los productos de Cuenca porque se denuncia la presencia del almacén de tóxicos, como si los españoles fueran a enterarse por la Plataforma de que en Cuenca va a realizarse tan magna obra. Los consumidores, hipersensibilizados con los riesgos evidentes de la industria nuclear, comprarán o no comprarán, pero el que opte por no hacerlo lo hará porque entiende que es un problema para su salud y la de los suyos. Ya veremos cuantas inauguraciones realizarán los mandamases de la región, con o sin mantilla, para darle bombo y platillo al asunto. ¿Quién le pedirá a la presidenta que no dé publicidad al cementerio inaugurándolo y así no dañar nuestra imagen? Serán los que han causado este problema, el real, los que deberán imitar a Fraga en Palomares y engullir ante las cámaras los productos de la tierra a toneladas y gastarse los cuartos de sus bolsillos para hacer campañas publicitarias, pero no se puede responsabilizar a los que defienden los intereses de Cuenca con sentido común, de crear el problema. 
  La CEOE y ASAJA actúan como mera correa de transmisión de su partido, como la marca blanca de las grandes superficies. Ellos han roto un consenso social necesario, sino, para evitar el desastre, por lo menos para haber arrancado mayores contrapartidas para los sectores productivos de la provincia. Y no lo han hecho. 
  Aquí nos dejarán el muerto y los conquenses le donamos el nicho, dicen que durante setenta años, chi lo sa?


1 comentarios:

  • hormigatomica says:
    16 de octubre de 2012, 4:17

    Sin entrar en el fondo del asunto, sí me gustaría discutir la premisa. Los sindicatos (y de una manera destacada en nuestra región han dado un claro ejemplo de clientelismo y exasperante inoperancia, como consecuencia, para cumplir fielmente su misión, que es defender los derechos de los trabajadores. Da igual si eso es motivo o no para dar validez a la dependencia orgánica de unos y de otros,pero me parece un atrevimiento mayúsculo afirmar que el 15 M es un movimiento que desconfía en general de la clase política y cuyas propuestas son las de profundizar en la democracia. Dicho movimiento, y todos los que se están creando en esa línea son tan antisindicalistas como antipolíticos, porque denuncian la descarada venta a la que han sido sometidos los trabajadores gracias a líderes sindicales que han buscado beneficios y prebendas personales a cambio de "perdonar" al gobierno socialdemócrata. Reuérdese como ejemplo la negociación en una tarde, a espaldas de la Mesa correspondiente de la equiparación de los salarios de los funcionarios a los de otras comunidades autónomas (tomando café con D. Fernando Lamata) En el resto del Estado hay miles de ejemplos y la gente no es tonta.
    Debo destacar que uno de los grandes problemas que impiden que las movilizaciones actuales sean masicas, son los propios sindicatos. En mi opinión deberían haber hecho una autocrítica clara y contundente, deberían haber variado el rumbo y deberían aceptar que no son la vanguardia de la sociedad, eliminando sus enseñas de las manifestaciones. Si no aprenden esto, serán aislados por la población, como ya lo están siendo. Deberían darse cuenta que queda ridículo gritar consignas revolucionarias en las manifestaciones después de tantos años de silencio cómplice.

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