La matriz comunal: un criterio como medida de orientación, por J. Iglesias y E. García

Desgraciadamente es muy común y frecuente escuchar hoy cómo algunas personas progresistas o algunos grupos de izquierda realizan propuestas de medidas que confunden al llamar alternativas, pues muchas de ellas, incluida el decrecimiento, son medidas y no alternativas, no implican en ningún momento otra forma de organización social y además, evaluadas tras un corto momento de reflexión, cualquiera puede darse cuenta que más que combatir el sistema no hacen más que reforzarlo. Es por ello por lo que debemos tener claro al menos un mínimo criterio esencial que nos permita evaluar las características básicas que se han de dar en todo proceso hacia una sociedad utópica. Es lo que proponemos aquí como la matriz comunal: 


  Que su sistema de propiedad sea colectivo, comunal, no privado, pues eliminada la propiedad privada de los recursos productivos y materiales, el poder que ejercían los propietarios y el poder del Estado que protegía los intereses de los capitalistas se desvanece. Esta exigencia sobre la propiedad y sus consecuencias sobre el poder permiten reconstruir los demás sectores más determinantes de la vida comunal:

• Que su sistema de producción esté en régimen comunitario; que no explote al hombre ni despilfarre los recursos.
• Que su sistema de distribución sea equitativo; libre acceso de los bienes que satisfacen las necesidades básicas.
• Que la gestión del poder sea horizontal; no jerárquica ni despótica.
• Que su sistema de valores y afectos proponga y potencie el bien común: justicia, igualdad, fraternidad.
• Que mientras les exige a los ciudadanos y ciudadanas el respeto de la res pública, o del espíritu comunitario de la sociedad, la comunidad respete sus derechos individuales y al disfrute de su res privada.

   Según este mínimo criterio, podemos ver rápidamente cómo las propuestas denominadas “alternativas” no cuestionan la propiedad privada de la riqueza productiva ni las relaciones de producción de explotación y de reproducción social que se derivan de las mismas. Tampoco proponen producir bienes y servicios para ser distribuidos libre y equitativamente como bienes comunales. No proponen un cambio en la forma de gobierno, ni exigen y garantizan que este sea horizontal, entre iguales. La idea del bien común como filosofía del bien común no aparece por ningún lado, o al menos con la fuerza y el papel que ha de jugar en la composición de las características de una sociedad o de un proceso que se defina como anticapitalista y comunal. 
  No hace falta aclarar que esta matriz comunal no es el único criterio posible para saber si formulamos alternativas contra el sistema o simplemente medidas que actúan como tiritas cuando el capitalismo se autolesiona y tiene una herida, pero al menos es un criterio sencillo para que no nos den gato por liebre, como en el caso del decrecimiento, el consumo responsable, la banca ética, el comercio justo, los micro créditos, las empresas con responsabilidad social corporativa, el impuesto Tobin y un largo etcétera.

José Iglesias Fernández.
Enrique García Escamilla.
(Miembros de Baladre)

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