No se tiene esa libertad, por Miguel Ángel Domenech

Los españoles, hoy, no podemos dejar de hacer esfuerzos y sacrificios. Lo contrario no se puede. “No se tiene esa libertad”. (Mariano Rajoy)
  La política hoy se reduciría a paliar resignadamente los males que nos dicta una situación cuya inexorabilidad está garantizada por la certeza que nos viene de una “ciencia” económica, de una necesidad indiscutible, por mas que verifiquemos día a dia que esa ciencia no tiene ni ha tenido nunca mas certeza que la de los pronósticos meteorológicos del tipo Calendario Zaragozano.
  La política, la actividad parlamentaria o la de gobierno, con esta excusa, ya no consiste en fijarse objetivos y darse lo medios para alcanzarlos, sino en adecuarse resignadamente a esa determinación de la economía. ¿Para qué entonces los programas políticos? Basta con un vacuidad de frases hechas para salir del paso electoral. El programa no es necesario, su función no es entonces sino la de artimaña para dar el poder a quienes luego dirán que no pueden. ¿Poder para no poder? Demuestran así que todo lo que querían es ese poder desnudo: tener el mando para poder hacer…¡nada!.
  Si la trampa en que caen por esa artimaña resulta muy descarada, por la imposibilidad flagrante de cumplir con todo lo que se prometía, tan descarada que incluso contradice el vacuo hacer “como Dios manda”, entonces tampoco se rectifica removiendo la posición e intentando poder hacer sino intentando un consenso. O mas bien una opinión consensual resignada al espectáculo de la economía. Se supone que todas las posibilidades están circunscritas de antemano por una neutralidad externa del referente económico. Frente a ese dios neutral, no cabe ya, entonces, sino la unidad en la oración. No queda sino rezar. Entonces aparece el cura donde el pretendido medico ha fracasado. Un monólogo de gobiernos de unidad nacional practicará el rezo conjunto de un santo rosario. Se apela entonces a la superación de las “viejas divisiones ideológicas”. Son viejas como el mundo, viejas porque lo característico de todo movimiento emancipador es la vieja idea de la posibilidad y de la libertad. Lo viejo es tan antiguo porque es lo propio de lo humano: el querer libre y la voluntad de ser libre ha sido desde siempre y ancestralmente forzar en algún punto la imposibilidad. Lo viejo es lo característico humano de dirigirse a lo que debe ser sobre lo que es. La política, contrariamente a esta condición tan vieja como la naturaleza humana, se limitaría a un papel de comparsa que avala la ausencia de todo proyecto, toda política de emancipación, toda causa verdadera, todo objetivo de ser libre. “No se tiene esa libertad”
  Ante esta impotencia, a los restos de ética política que solo se podía mostrar o llorando como la ministra italiana o malhumoradamente a lo Zapatero, ahora se le añade otro rasgo y otra misión: la de fomentar y valorar la resignación de “sacrificios muchos” que decía el rey de España unas semanas antes de irse de caza. Precisamente, que esos sacrificios-muchos vengan de donde vienen y de quienes vienen nos da la clave. Por algo el rey es el símbolo del Estado. En este caso, del estado de cosas. Y es que siempre esta prédica viene siendo recitada por los ricos y afortunados. Es una ética de la responsabilidad predicada por quienes no es necesario que tengan que hacer “el fraude” de irse a “vivir con los padres” por falta de recursos, como denuncia el inefable portavoz del PP. Los predicadores de esta ética no necesitarán acudir a esa trampa ni demandar ese esfuerzo a los abuelos. Curiosamente, ellos no están sometidos a la crueldad de esa inexorable economía que dicta el empobrecimiento... ¡de los otros! Ellos SÍ tienen esa libertad.
  La reivindicación de una emancipación es entonces tremendamente y hasta personalmente peligrosa, pues cuando se pretende el bien para todos se estará haciendo contra la opinión dominante que se ha creado con el objetivo de favorecer solo a algunos. Querer el bien para todos como objetivo y no solo paliar el dolor inevitable de los de siempre, es romper el gozo de unos pocos personalmente identificables. El reverso de la situación pasa por lo tanto por algo no lejos de tener la forma de una guillotina. En definitiva, la democracia es: “Cuando los pobres y muchos, consiguiendo la victoria sobre los ricos, masacran a unos, destierran a los otros, y reparten con los que quedan los cargos y la administración de lo público, que en ese régimen se hace de ordinario por sorteo. Así pues, en efecto, la democracia se establece, sea por la vía de lar armas o sea porque los ricos, temiendo por si mismos, toman la decisión de retirarse.” (Platón, La república, VIIII, 557)

Fuente:
http://republicadelosiguales.blogspot.com.es/2012/08/actualidad-no-se-tiene-esa-libertad.html

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