En un libro titulado La anomalía salvaje.
Ensayo sobre poder y potencia en Baruch Spinoza, en
1981, Antonio Negri puso por primera vez en valor un concepto que aparece en la
obra política de Spinoza, en cuya importancia, hasta entonces, no habían
reparado los comentaristas del filósofo del XVII. Se trataba del concepto de multitud.
Con la introducción de ese concepto, Spinoza
había asestado un golpe mortal a las teorías del poder, haciendo a un tiempo
imposibles tanto una concepción absolutista de la soberanía cuanto una
concepción representacional del mando. Spinoza había, por tanto, levantado una
monumental y anómala maquinaria de guerra (teórica) contra las formas en las
que el mundo de la burguesía, en los siglos posteriores, pensó –e hizo pensar-
su dominio como orden natural de las cosas.
Son las dinámicas de la multitud –y no las
formas teológico-políticas que adopta el dominio-, viene a decir Spinoza, las
que conforman la red de relaciones sociales y políticas en cada coyuntura y,
así, es en las dinámicas de la multitud donde debe buscarse la clave para
comprender cómo cada sociedad funciona en un momento determinado y para
entender por qué cada sociedad presenta una u otra forma política. Las
relaciones de dominio o, en el extremo contrario, el poder (del) común, la
democracia, se juegan en las relaciones internas a las dinámicas de la multitud
y no, por tanto, en las que pudieran establecerse entre la multitud y una
instancia que estaría separada de ella, a la que unos llaman sociedad y otros
Estado.
La filosofía de Spinoza, así, permite pensar
en materialista tanto el poder como las formas de la acción política. Antes de
que lo hiciera Marx y siguiendo la línea trazada previamente por Maquiavelo.
Desde 1980, por otra parte (la exactitud de la
fecha no deja de ser irrelevante; digamos, de otro modo: Reagan y Thatcher; o
también: postfordismo globalizado), asistimos en la Economía-Mundo a una fase
de profunda recomposición del dominio: el triunfo de las políticas
neo-liberales, una nueva expropiación del común que organiza para el beneficio
privado los nuevos espacios ganados para la comunidad (los servicios públicos,
la producción inmaterial, los saberes o la misma vida) y, también, la creciente
evidencia del fiasco de las viejas formas de organización de la resistencia,
desde los sindicatos fordistas hasta los partidos-vanguardia: no sólo traición,
no ya traición; pertenencia a un mundo ya terminado. Desde 1980, en fin (la
exactitud de la fecha no deja de ser irrelevante), la forma en que el poder se ejerce
ha cambiado y, al mismo tiempo, como la otra cara del mismo acontecer, han
perdido su potencia las formas en que el poder era enfrentado. Con el fin del
modelo fordista de acumulación ha cambiado el mundo: todo ha cambiado en el
mundo. Ni la industria es la principal fuerza productiva (apenas nos estaríamos
refiriendo al 15% de la población) ni el obrero industrial (atado a
reivindicaciones salariales o, lo que es peor, “económicas”) es el sujeto de la
historia. Tanto la explotación como la resistencia se ejercen desde hace tiempo
“en otro lado”.
Si la gran industria, desde el XIX, reunió en
un mismo entorno a los obreros y, así, hizo posible la construcción de
organizaciones de masas, la pérdida de centralidad de la producción industrial
hizo perder a las organizaciones de masas el sustrato material en el que podían
crecer y en el que su actuación podía tener eficacia. El tiempo del
postfordismo y de la producción inmaterial genera un nuevo tipo de
proletariado, un proletariado difuso, al que ya no agrupa la mera proximidad y
que es obligado a vivir la explotación como si fuera un asunto privado. Un
nuevo proletariado al que no sólo se explota en el lugar de trabajo, un nuevo
proletariado que descubre su vida (toda su vida, la vida desnuda y el modo de “existencia
social” en que se articula) como el auténtico (y nuevo) escenario de la lucha
de clases.
Quizá la mayor de las derrotas que hemos
sufrido deriva precisamente de no habernos sabido dar cuenta del cambio. Y así…
militantes mirando de reojo a los nuevos movimientos sociales… y viéndolos sólo
como movimientos desclasados, sin una “verdadera conciencia de clase”. Y así…
movimientos sociales sin tradiciones de lucha de las que aprender: todo por
inventar, pues lo ya inventado se revela (aunque sólo fuera por parcial)
inútil.
En las últimas décadas, precisamente para
pensar las nuevas formas de existencia y de lucha de ese proletariado difuso
emergente, buena parte de los teóricos de la resistencia posible y necesaria,
de la transformación irrenunciable, del enfrentamiento al capitalismo, han
encontrado en la noción de multitud un modo de
acercarse a la nueva realidad de las luchas.
Negri uno de ellos. Pero no el único. Muchos
otros trabajan sobre el concepto y sobre las articulaciones organizativas, prácticas,
que permitirían hacerlo útil para la liberación en el nuevo contexto. Contra
Negri muchas veces, contra las simplificaciones y las mistificaciones que se
leen en algunos de sus textos (el propio Negri ha modulado sus tesis de manera
sustancial en sus distintas intervenciones). Y todos ellos a partir de una
lectura política de la obra (filosófica y política) de Spinoza. Con la
incomprensión, muchas veces, de los viejos militantes.
En los últimos tiempos, y sin la mala
conciencia que a veces envuelve la ruptura con tradiciones que no dejan de
saberse obsoletas, nuevas formas de enfrentamiento y lucha se levantan con la
potencia de lo nuevo. La multitud parece, en ellas, ser el agente y el
horizonte del cambio. El 15M es una. Y año y pico después de su eclosión… sigue
viva (o mejor: sigue naciendo).
¿Es posible poner a dialogar al 15M con la
apuesta materialista que articula la obra de Spinoza? ¿Es posible encontrar en
Spinoza materiales para la transformación del mundo? Esas son las apuestas de
las que parte el texto que sigue: más que una ficción, un laboratorio de
sentidos. O eso quisiera.
El texto fue escrito durante el verano de
2011. Las referencias a los acontecimientos de aquellos días no han sido
ocultadas y cualquiera podrá reconocerlas.
(Escrito a modo de "introducción"
que precede a la obra de radioteatro Spinoza y la multitud (el resto falta) publicada en la colección de teatro de la editorial Hiru, Hondarribia,
2012, con el titulo “Nota para una contextualización”. http://www.hiru-ed.com/COLECCIONES/SKENE/Spinoza.htm.)
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